Fundación Cristo Vive Perú, años contribuyendo a la protección las mujeres víctimas de la violencia sistémica
- Pandemia
- Cusco, Perú
- 26/12/2022
Ante los problemas del estado para generar y mantener los servicios sociales, cada vez las organizaciones no gubernamentales como la Fundación Cristo Vive Perú, adquieren mayor relevancia en la lucha por contribuir y mejorar las condiciones de vida de las personas en situación de pobreza, violencia y sin redes sociales de apoyo.
De nuestra parte y gracias al proyecto Sonqo Wasi, el Centro Hogar de Acogida Temporal protege a mujeres y a sus hijos que sufren todo tipo de violencia, garantizándoles seguridad, acceso a la salud, educación, terapia psicológica, defensa legal y una formación para romper la dependencia económica que las ata a sus agresores, como el caso de Pilar Vargas Aguilar cuya pareja le controlaba sus ingresos, la separo de sus redes de apoyo (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.), manipulo a sus hijos y la maltrataba, física, mental y sexualmente; la manipulo para mantener la relación por años hasta el momento en que ella decidió romper su silencio denunciándolo y poniendo en movimiento los mecanismos de protección del estado y de la Fundación Cristo Vive. Ella misma nos cuenta su historia mediante el siguiente testimonio:
“Tengo 3 hijos pequeños, vivía con el papá de mis hijos que me golpeaba cuando venía molesto de la calle y me gritaba constantemente, también vivía en la misma casa su expareja, yo era quien cocinaba y les tenía que atender a todos, también a su exmujer; él rara vez trabajaba y lo poco que ganaba iba directamente a su expareja y la necesidad de sus hijos mayores, pero que para mis pequeños hacía falta: para sus estudios, alimentos y necesidades básicas.
Yo tenía que salir a trabajar a ocultas en lo que encontraba y podía, pero me quitaba lo poco que ganaba con mis pequeñas ventas o trabajitos eventuales.
Mis hijos salían a pasear con su papá con el dinerito que yo ganaba, algunas veces, él les sacaba a mis hijos con el pretexto de sacarlos a pasear, les compraba cosas, les decía que todo era mi culpa que yo no sabía hacer nada, que era una burra, una mala madre, hasta que llego el momento en el que mis hijos no querían que yo les ayudara en nada.
Siempre que me pegaba lo hacia delante de mis hijos o sea que ellos han visto toda la violencia, ¡todo han visto! Llegando al punto en el que, mi hijito mayor reacciono en mi defensa y le dijo porque tú actúas así, ¡papá voy a llamar a la policía! así le decía, a veces se calmaba; esta situación ya era normal para mis hijos.
Me sentía sola… mi familia siempre me decía: ¡sepárate! ¡te maltrata!, ¡te golpea!, pone a tus hijos en tu contra, a veces se volvía como un loco, una vez me ha reventado el ojo, yo grité, mi hermana y hermano que vivían cerca vinieron a defenderme, le querían denunciar ante las autoridades, pero yo les dije que ¡no! No quería separarlo de mis hijos porque lo quieren, además que él me gritaba ¡quién te va a querer con 3 hijos! Y la idea de denunciar desaparecía de mi mente; el padre de mis hijos me alejo de mi familia, él tiene un normal trato con su hermano y con toda su familia y yo no lo tenía. Todo lo que me había maltratado, todo lo que me había pegado, no tenía a quién contar o quien me escuchara, su familia le protegía, me decían que solo él se preocuparía de mis hijos y si quería irme que me vaya, pero sin mis hijos.
Pasado los años logre escapar a casa de mi mamá ahí estaba bien, estaba tranquila, trabajaba; pero mis hijos estaban tristes me decían continuamente: ¿dónde está mi papá?, ¡me quiero ir con mi papá!, un día se llevó a mi hijo mayor de la escuela ya que era su papá, después de un mes apareció en casa de mi mamá diciendo ¡no te volveré a pegar! Y me pedía perdón, mi mamá no me quería soltar, mi madre me decía ¡acá te vas a quedar, a tus hijos no les faltara nada! Y al él le decía ¡que ya no vas a regresar con mi hija! yo sufría por dentro… ¡yo extrañaba a mi hijo! y me fui con él… pasado 7 meses, sus celos infundados nuevamente crecieron, me separo más de mis hijos, no me dejaba ir a trabajar, ni me daba para los gastos de la casa, mis hijos no tenían zapatos, ni ropa, apenas nos alcanzaba para comer. Tienes que atender a los hijos y tienes que atenderme, me decía; pero el apenas salía a trabajar, casi siempre se quedaba en la cama todo el día; hasta que un día me descubrió regresando de un trabajito, él estaba echado en la cama, se levantó y me comenzó a golpear, me arrastro de mi cabello a la cocina y me comenzó a tirar la comida, luego me encerró en la habitación y se llevó a mis hijos yo me quede llorando…
Un día me puse a pensar ¿así será toda la vida? aproveche un día que salió a trabajar y mis hijos estaban en la escuela y me fui al ministerio de la mujer, al principio no me querían dejar entrar, pero una señorita bajo me escucho y me atendió en su oficina, le conté lo que me estaba pasando, esperamos a que mis hijos salieran de la escuela los recogimos y nos llevaron a la ciudad del Cusco, estaba asustada por mí y mis hijos, hasta que luego llegamos a la Fundación Cristo Vive.
Ya voy un par de meses en la fundación, siento tranquilidad, paz y seguridad. Algo que no sentía hace mucho, ahora entiendo que mis hijos pueden seguir estudiando tranquilos y felices, ya no insisten en querer irse con su papá, están entendiendo que la violencia no es normal, acá me enseñaron que existen otros trabajos mejores, ahora yo puedo trabajar en otras cosas no solo en la chacra, a veces junto con las personas de la Fundación nos vamos a Inkilltambo, es un lugar muy bonito, trabajar en la chacra a veces es muy agotador pero gratificante a la vez y con el apoyo de los profesionales que me cuidan, siento que puedo tener y darles un mejor futuro para mis hijos.”
Señora Pilar con dos de sus hijos al llegar a la FCVP de manos del Ministerio de la Mujer. | © Fundación Cristo Vive Perú.
Como fundación desde la Obra Social SONQO WASI, vemos constantemente que la violencia familiar esta normalizada en la sociedad peruana por lo que nos enfocamos en ofrecer una atención multidisciplinaria e integral a las víctimas, así como a los agresores con el objetivo de romper el círculo de la violencia; Seguimos trabajando por recuperar mujeres y familias de este problema latente en nuestro país, cada día llegan a tomar los servicios tanto legales como psicológicos un promedio de 10 a 15 personas; también, prevenimos a nivel de las instituciones educativas para que las nuevas generaciones NO caigan en la violencia mediante talleres de sensibilización, asesoramos y defendemos legalmente a las mujeres buscando la defensa de los derechos, tanto así a varones que buscan ayuda. El huerto terapéutico de Inkilltambo que venimos impulsando nos permite reconectarnos con nuestras raíces y profundizar el contacto con la Pachamama (madre tierra) el mismo que, gradualmente se viene constituyendo en un recurso terapéutico, de cuidado y educativo de no solo de las MUJERES, sino también de nuestra Madre Naturaleza que ahora, aunque todavía poco nos provee de algunos alimentos: papas, ollucos, habas.
Estamos saliendo de esta conmoción catastrófica que nos ha dejado la pandemia mundial de la corona. Nos estamos readecuando a nuevas formas y dinámicas de trabajo, esta vez, se hace mayor la permanencia de las mujeres acogidas por el hecho de que por la cruda realidad de la mayor pobreza, las redes sociales que ubicamos para las mujeres no cuentan con la posibilidad de hacerse cargo de algunas mujeres.
Punto de venta de las mujeres acogidas por la FCVP. | © Fundación Cristo Vive Perú.
La mayor dificultad de las mujeres víctimas de violencia es que dependen económicamente de sus agresores, lo que las limita al momento de tan siquiera plantearse o buscar ayuda; por ello es importante que nuestras acogidas se enfrenten a nuevos retos en el mercado para que puedan descubrir y desarrollar sus habilidades y aptitudes que en un futuro les permita ejercer su libertad e independencia.
Si bien el trabajo que realizamos es desafiante por los casos altamente complejos a los que hacemos frente y a los problemas que como sociedad enfrentamos también es un trabajo gratificante y motivador.
Ana María Galiano y Equipo FCVPERÚ.